sábado, 25 de mayo de 2019

La Ley y el Cristianismo, ¿están relacionadas? (Parte 2)

ley y cristianismo
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En la publicación pasada vimos lo que era la Ley, cuál era su importancia y su propósito (Si no la has leido, te invitamos a mirarla AQUI); el dia de hoy veremos si esta Ley sigue vigente para nosotros como cristianos del siglo XXI, para luego examinar dos extremos igualmente negativos al observar la ley del Antiguo Testamento: el legalismo y el antinomianismo. 



¿Hay discontinuidad en la Ley?


Lo primero que pretendo aclarar es que al hablar de discontinuidad, quiero referirme a si la ley continúa vigente para el cristiano al día de hoy, ya que algunos defienden idea errada de que la ley solo fue dada para Israel como nación y que por eso ahora esta no es aplicable a nosotros porque estamos bajo la gracia que se nos ha dado como creyentes por medio de Cristo Jesús.[9]

Entonces, y sin más preámbulos, debe decirse y asegurarse que la ley (por lo menos la moral o decálogo) sigue vigente hasta nuestros días, ya que esta muestra la voluntad santa de Dios para el ser humano, no obstante, tambien hay que decir que esta no ha perdido vigencia en el sentido de que el espíritu con el que fue dado no ha cambiado por que la voluntad de Dios es inmutable. Teniendo en cuenta lo expresado en propósito de la Ley de la primer parte de este articulo, debemos tener presente que esta ley nunca fue dada para justificar y mucho menos para santificar, puesto que esta Ley era débil por causa de nuestra carne; esto lo enseña la Escritura cuando el apóstol pablo les escribe a los Romanos en el capítulo 8:


3 Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; 4 para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. 5 Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. 6 Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. 7 Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; 8 y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. 9 Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. 
Romanos 8: 3 - 9

Vemos entonces que era Dios mismo quien enviaría a su propio Hijo unigénito en semejanza de carne de pecado y como ofrenda por este, para cumplirla y condenar al pecado en la carne y así el requisito de la ley se cumpliera en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.

No obstante, es de suma importancia traer a memoria lo que nuestro Señor Jesucristo dice en Mateo 5:17-19: 


“No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido. De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos”

Por este pasaje tenemos que asumir entonces que Bahnsen está muy en lo cierto cuando, parafraseando, expresa que la actitud nuestra frente a la Ley es que tenemos la obligación de obedecer todo mandamiento del Antiguo Testamento, a no ser que el Nuevo Testamento indique lo contrario. En otras palabras, como cristianos debemos asumir continuidad en vez de discontinuidad en la Ley, porque “la Palabra de Dios, se debe tomar como autoridad continua hasta que Dios Mismo lo revela de otra manera”.[10]

Por esta razón, es imperativo enfatizar la idea de que la ley, al ser la voluntad invariable y eterna de Dios, sigue vigente para nosotros como creyentes porque ahora como cristianos tenemos la capacitación y el auxilio del Espíritu Santo que nos une a Cristo, por lo cual, estamos capacitados para perseverar en agradar a Dios en conformidad a la ley moral que se nos ha revelado e implantado en nuestro corazón; y esto es así, porque cada vez que perseveramos en crecer conforme a la imagen de Jesucristo, irremediablemente seremos guiados por la Escritura a observar al Ley de Dios. Entonces, no debemos pasar por alto que el mismo Señor Jesucristo en el sermón del monte, frente a los judíos, subió nuevamente el listón de la ley frente a los fariseos quienes la habían rebajado a meros cumplimientos truculentos y amañados basados en esfuerzos humanos para que Dios les fuera propicio (Mateo 5: 27 - 32).

Ahora, la conclusión obvia de lo anteriormente mencionado es que esto no quiere decir que no haya habido ningún cambio en la Ley dada en el Antiguo Testamento, por el contrario, en el Nuevo testamento se mencionan cambios importantes sobre cómo debe comportarse un cristiano frente a la Ley de Dios, pero el punto, es que la Palabra de Dios tiene que ser el criterio que finalmente defina de manera precisa cuáles son esos cambios para nosotros; no podemos presuponer ni forzar tales cambios en el Nuevo Testamento según nuestros propios criterios. La Palabra de Dios, se debe tomar como autoridad continua hasta que Dios Mismo lo revela de otra manera.

Esto es de vital importancia, puesto que nos alerta de no generar discontinuidades en la Ley de Dios donde la Biblia no lo ha hecho claramente, es decir, no podemos creer que ahora el decálogo ha perdido vigencia y ya no es pecado desear la mujer del prójimo, o que la idolatría haya sido tolerada ahora que Cristo vino por nosotros, o que podemos ser necios y deshonrados en nuestros trabajos con nuestros jefes porque “estamos bajo la gracia y no bajo la Ley”, bien lo decía John Newton, el teólogo, autor de himnos, y ex-dueño de barcos de esclavos convertido al abolicionismo: 


"Es un uso ilícito de la ley, es decir, un abuso tanto la ley como el Evangelio, el pretender que su realización por Cristo liberta a los creyentes de cualquier obligación hacia ella como regla. Tal afirmación no solo es mala, sino absurda e imposible en sumo grado: porque la ley está fundada en la relación entre el Creador y la criatura, y debe permanecer ineludiblemente en vigor por cuanto esa relación subsiste. Mientras que Él sea Dios, y nosotros creaturas, en cada cambio de estado o circunstancias posible o imaginable, Él debe tener un derecho sin rival a nuestra reverencia, amor, confianza, servicio, y sumisión".[11]

Ahora, solo basta con haber leído el nuevo testamento para darse cuenta que si hay pasajes claros que muestran que ha habido algunas leyes que ya no aplican para nosotros como lo hacían para la nación de Israel, es decir, algunas han sido cumplidas y otras se deben ver de una forma nueva. En esto debemos ser muy cuidadosos y comprometernos a permanecer en la regla de que el Nuevo Testamento debe interpretar el Antiguo Testamento para nosotros, lo que nos lleva entonces a ver qué actitud tenía nuestro Señor Jesús y los apóstoles hacia la ley de Moisés, para saber qué es lo que fija la ética cristiana.

Ejemplos de discontinuidad en la Ley, podrían ser los mandamientos localizados que Dios dio al pueblo para un uso específico en situaciones concretas, como el mandato de ir y tomar la tierra de Palestina por la espada, o los detalles culturales mencionados en muchas de las leyes de Dios usados para ilustrar el principio moral que Él requería, como por ejemplo, la diferencia entre causar una muerte por accidente y un asesinato alevoso que fue ilustrada por una "cabeza de hacha desprendida; lo que tiene autoridad moral permanente es el principio ilustrado, no el detalle cultural usado para ilustrarlo. Otro ejemplo importante, y que se explica a lo largo de toda la carta a los hebreos, son las leyes ceremoniales de sacrificio del A.T, las cuales eran sombras "débiles y pobres” del sacrificio perfecto de Cristo que había de ofrecer y consumar. Junto a esto, otros ejemplos importantes serían las estipulaciones en cuanto a la tierra de Palestina, que con la venida y establecimiento de ese reino figurado por la "tierra prometida” y con la eliminación de privilegios especiales del reino de los judíos por Cristo, las leyes que regulan los aspectos de la tierra de Canaán (por ejemplo, los terrenos familiares, las ubicaciones de ciudades de refugio, la institución del levirato (Deuteronomio 25:5-10) se han abrogado en el Nuevo Testamento como inaplicables. [12]

Como lo mencione anteriormente, estas “discontinuidades” en lo referente a la Ley son claramente sustentadas en el Nuevo Testamento, por ejemplo, al apóstol Pablo en 2 de Corintios 3 sustenta, entre otras cosas, que el Nuevo pacto supera en gloria al Antiguo, porque dice que si alguien exalta el antiguo pacto sobre la majestuosidad del Evangelio, aquel está gravemente equivocado porque principalmente el Antiguo Pacto sobresale por que resalta la condenación que trae la muerte. Además de esto, aunque la Ley demanda cosas buenas, la pecaminosidad del hombre le trae a sí mismo la muerte como resultado del uso incorrecto de una ley buena, porque quien siga la ley como medio para ser justificado hallará como resultado condenación (Gálatas 2:16; 3:11). Esta doble característica de la Ley también la ve Pablo en 2 Corintios 3:7, 13, porque ve la gloria y la condenación que esta confiere al hombre.

La Escritura muestra también que la ley ceremonial y de sacrificio ahora no aplica a nosotros porque estas prefiguraban la obra de Cristo, es más, la “imperfección” de la Ley se evidencia en que los sacrificios se debían hacer cada año, por el sacerdote y el pueblo estaba separado de Dios por un velo (Hebreos 10:4), el cual se rompió cuando la obra de Cristo se consumó (Marcos 15:38; Hebreos 10:20) y ahora podemos entrar libremente ante la presencia del Padre (Hebreos 10:19; 4:15-16; 6:18-20).

Con esta realidad en mente podemos ver entonces que en Cristo tuvieron cumplimiento la mayor parte de las leyes del Antiguo Pacto, como las leyes ceremoniales que prefiguraban Su obra, y al consumarla, estas ya no tienen aplicación para nosotros, sin embargo, de estas leyes queda el principio de que solamente a través de un intermediario que nos represente, Jesucristo, podemos acercarnos a Dios; de esto el escritor de Hebreos en su carta deja gran claridad de cómo el nuevo pacto es mejor que el Antiguo y como Cristo es superior en todo a la Ley.

También las leyes civiles en gran parte no tienen vigencia para nosotros porque estas regulaciones querían mostrar al pueblo de Israel como debía vivir de manera diferente a los demás pueblos, ya que habían sido apartados por Dios y para Dios; pero de esto si nos queda el principio de vivir en santidad, apartados para Dios, siendo diferentes a los incrédulos, por medio de la conformación de nuestras vidas a la imagen de Jesucristo. Esto encuentra su explicación en que ahora en el Nuevo Pacto la Iglesia no está ligada a una nación terrenal como Israel como en el Antiguo Testamento, razón por la cual estas ya no tienen aplicación para nosotros (Filipenses 3:20).

Respecto a las leyes dietéticas (que algunos las incluyen dentro de las leyes civiles) y lo que estas simbolizaban (separación entre lo puro e impuro), estas ya no se observan por los cristianos, porque ahora los gentiles en el Nuevo Pacto también hacen parte del pueblo de Dios y a estos no se les debe llamar impuros (Hechos 10), ni por no pertenecer a la nación de Israel ni por comer ciertos alimentos (Marcos 7:19; Hechos 10:15; Romanos 14:17). Para el cristiano, el principio que queda es el de apartarse de toda impiedad o incredulidad en todas las áreas de su vida (2 Corintios 6:14-18). Este principio queda más claro con expresado por el Apóstol Pablo en Colosenses 2:16 - 17


Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo, todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo.”

Legalismo y Antinomianismo


Es común que ante la falta de profundización en el estudio de la palabra se comiencen a tergiversar algunos principios básicos de la Fe cristiana, como en este caso la ley de Dios, por esta razón me parece importante mencionar brevemente estos dos extremos dañinos para evitar caer en ellos. El legalismo como tal, podría definirlo como un apego malsano y extremo a las normas en donde, cueste lo que cueste, se termina convirtiendo estas en un fin en sí mismo, sucumbiendo ante el peligro de amar más la Ley que al mismo Dios que proporcionó su voluntad santa por medio de dicha Ley.[13], [14]

Este extremo fue en el que cayeron los fariseos de la Biblia, los cuales llenaron la ley de Dios con estipulaciones y consideraciones exageradas perdiendo asi el verdadero espíritu de esta, haciéndolos a ellos con el tiempo, auto promotores de su capacidad de “cumplir la ley” y de tener el favor indudable de Dios.

Teniendo esto en mente, debemos decir entonces que es entendible la impopularidad que se genera cuando mencionamos la vigencia de la Ley, ya que el legalismo ha rodeado y penetrado en lo más profundo de las iglesias cristianas de la actualidad, por lo menos de las que tengo conocimiento en mi ciudad. Por ejemplo, el legalismo se presenta en comportamientos como el que un pastor no pueda tener un contacto físico con alguien antes de ministrar porque se puede contaminar, en que no se puede ver televisión o  que tampoco se puede escuchar algún tipo de música porque te puede contaminar y hacerte impuro ante Dios. 

Por esto, a pesar de que caer en el legalismo es un peligro latente en muchas iglesias actuales, esto para nada debe impedirnos decir con total tranquilidad que la ley de Dios sigue vigente al día de hoy (obviamente con las aclaraciones mencionadas en el transcurso del ensayo).

Respecto al Antinomianismo, debemos ser justos y mencionar que hay diversas manifestaciones de este y que lo mejor en mencionarlas cada una de manera rápida para intentar identificar en cual o cuales aplican a la iglesia contemporánea. El antinomianismo disoluto, por ejemplo, es el caracteriza a la secta creciendo en gracia, ya que estos consideran que hemos sido salvados por la gracia, aparte de las obras de la Ley, y por esto hemos sido supuestamente librados de la necesidad seguir algún código moral de cualquier clase. Las leyes o reglas no tienen ningún lugar en la vida del cristiano, y en ese grado, en principio, la puerta está abierta a una licencia completa respecto a cómo vive el creyente. Esto es de gran peligro para la iglesia, por que termina llevando a la persona a un libertinaje desenfrenado, aunque esto a larga mostraría precisamente que esta persona no ha nacido de nuevo.

También encontramos el antinomianismo espiritual, que reconoce que si debemos regirnos como Dios demanda, pero no por la escritura, sino por los impulsos que brotan del interior del creyente como resultado de la habitación de Espíritu Santo. Esto se ve muy a menudo en muchas iglesias carismáticas y pentecostales, lo cual los lleva a una práctica moral subjetiva, sustentados en lo que el “Espíritu” les impulsó a hacer, lo que irremediablemente les llevará  a menospreciar la autoridad y suficiencia de las Escrituras.

El antinomianismo dispensacional, considera que si debemos regirnos por lo que Dios demanda en su palabra, pero no por lo que hay en el antiguo pacto sino solamente por lo que dice en el nuevo testamento. Esto trae consecuencias negativas no tan sutiles, puesto que sin querer expresan entonces que la voluntad de Dios no está expresada en la ley, sino sólo en el Antiguo pacto, lo que contradice pasajes como Jeremías 31:33 que dice que: "Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón".[15]

Estas formas extremistas respecto a la Ley, son igual de dañinas para la gloria de Dios porque de una u otra manera tergiversan o rechazan la voluntad santa, invariable y eterna de Dios. Claramente vemos que en la actualidad hay presencia en uno u otro grado de estas desviaciones doctrinales, y quiera Dios que seamos fieles en el estudio de la Palabra para no caer en ninguno de estos.

Conclusión


Considero que la mejor manera de concluir este tema es redireccionando la pregunta inicial, porque el punto ni siquiera es si hay o no continuidad en la aplicación de la ley de Dios en nuestras vidas, sino más bien, deberíamos preguntarnos cuál debe ser el estándar que debemos seguir cuando hagamos juicios de moralidad o santidad sobre nosotros mismos y los demás frente a cualquier situación que sucede en nuestras vidas.

Esta pregunta se hace de vital importancia porque en medio de un mundo relativista y libertino, con ideales de libertad de pensamiento y conducta, el creyente no debe dejarse permear por esto y más bien debe tener claro cuál va a ser su estándar para llevar una moralidad Bíblica que agrade y glorifique a Dios, puesto que si su moralidad cristiana está basada en conclusiones personales y amañadas de la Escritura, las convicciones que rigen su vida harán de este creyente de un mal testimonio de la gracia de Dios ante este mundo caído, por ejemplo, si un cristiano no estudia concienzudamente en qué sentido la ley sigue o no vigente para nosotros, este terminara cayendo en cualquiera de los dos extremos que mencionamos en este ensayo, y cualquiera de los dos son de mal testimonio y manchan la gloria de Dios, estos son: el legalismo y el antinomianismo.

El Legalismo pondrá cargas innecesarias y hasta antibiblicas sobre su propia vida y la de los demás, generando un ambiente hostil e invivible dentro la iglesia local. Al final este hermano terminará en excesos y restricciones que le impedirá disfrutar de la libertad cristiana que ahora poseemos. Comenzará a decir, no veas esto, no hagas lo otro, no cantes esto, no comas lo otro… sabiendo que esto a la larga no conducirá a nada porque lo que este pretende alcanzar con dicho celibato ya fue alcanzado, y perfectamente, por nuestro Señor Jesucristo.

En cuanto al antinomianismo, independientemente de sus variantes, termina generando una desvinculación de la ley que todavía sigue vigente para nosotros, y esto es muy grave, porque la ley que sigue vigente para nosotros (con lo que implicaciones que esto conlleva) es la expresión santa, inmutable y eterna de Dios, que quiere que sigamos, que tengamos como estándar y meta, ya que ahora capacitados por el Espíritu Santo y unidos a Cristo, podemos soñar con la idea de que en este mundo caído podremos crecer cada vez en conformidad con la imagen de nuestro Señor Jesucristo.


Anthony Molina Torres.
Diácono
Estudiante de Licenciatura en Teología
Seminario Reformado Latinoamericano





[9] James Montgomery Boice, Los Fundamentos de la Fe Cristiana (Miami: Unilit, 1996), p. 224
[10] Greg L. Bahnsen, He Aquí el Estándar: La Autoridad de la Ley de Dios para Hoy (Texas: ICE, 1990), p. 22 - 23
[11] Greg L. Bahnsen, He Aquí el Estándar: La Autoridad de la Ley de Dios para Hoy (Texas: ICE, 1990), p. 138
[12] Greg L. Bahnsen, He Aquí el Estándar: La Autoridad de la Ley de Dios para Hoy (Texas: ICE, 1990), p. 4
[13] David Cook, El Laberinto de la Ética: Un Camino de Exploración de la Ética Cristiana (Barcelona: Clie, 2004), p. 88
[14] Gerald Nyenhuis - James P. Eckman, Ética Cristiana: Un enfoque Bíblico - Teológico (Miami: Unilit, 2012), p. 99
[15] Greg L. Bahnsen, He Aquí el Estándar: La Autoridad de la Ley de Dios para Hoy (Texas: ICE, 1990), p. 238

2 comentarios:

  1. Muchísimas gracias rincón reformado por esta enseñanza, es de mucha bendición para mi vida y estoy seguro que para la vida de muchas personas más, Dios les bendiga y sigan sembradando su palabra

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    1. Toda la gloria y la honra sea para nuestro buen Dios. Nos alegra que el tema les haya sido de provecho asi como lo fue para nosotros. Con una sola persona que se fuese edificada con nuestras publicaciones ya nos damos por bien servidos. Bendiciones y animo con la lectura. Un abrazo fraterno.

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