El
matrimonio es uno de los temas más importantes en la cotidianidad, pues cada
vez van en aumento las tasas de divorcio y el posponer adquirir
responsabilidades de este tipo, por eso es valioso conocer el pensamiento que
el apóstol tenía con respecto a este tema. Este es el objetivo que concierne a
este ensayo, y con el fin de lograrlo, nos enfocaremos en tres pasajes claves
donde el apóstol habla más en detalle al respecto: 1 Corintios 7, Efesios 5 y
Colosenses 3. De ante mano es necesario decir que este trabajo no pretender ser
dogmático, por ende, se espera que otra persona, a una mayor profundidad, pueda
hacer un estudio similar en el futuro.
La
forma de proceder será estudiar los pasajes en mención, donde podremos
dilucidar el pensamiento del apóstol al respecto, según estos pasajes.
EL PENSAMIENTO DEL APÓSTOL PABLO
SOBRE EL MATRIMONIO
El
matrimonio es parte fundamental de la vida general pero tiene mayor connotación
y relevancia dentro de la fe cristiana. Desde el principio Dios dio la orden de
multiplicarse y con esto venía la bendición del matrimonio (Gén. 1:28), esto
conlleva a que toda sociedad tuviese una perspectiva acerca del matrimonio,
pero siempre dentro de un ámbito general: un hombre debe unirse a una mujer.
El
apóstol Pablo predicó en lugares paganos dominados por el imperio romano en una
época en que la homosexualidad y la promiscuidad era algo legal y normal entre
las personas, lo que le obligó a tenerse que referir, en constantes ocasiones,
a dicho tema. Uno de los aspectos que más se habla en la actualidad es sobre sí
el mismo apóstol era casado o no. Este punto es importante en la medida de que
si el apóstol es o estuvo casado, tendrán mayor relevancia sus palabras a si no
lo estuvo. Los católicos romanos enseñan que Pablo no estuvo casado en ningún
momento y para esto se basan en que las ordenes de Pablo era a que él prefería
que se quedasen como él (entendiendo que todos estamos en común acuerdo de que
Pablo estaba soltero durante su ministerio), y más exactamente las palabras de
1 Cor. 7:8 donde dice “a los solteros y a la viudas”, el argumento es que si
Pablo era viudo, por qué no dijo “a los no casados y a los viudos” (Apologética
Católica, s.f.); sin embargo la palabra “soltero” o “no casados” se traduce de
la palabra griega agamos que hace referencia tanto a uno soltero o a una
persona viuda, y Pablo hace referencia a las personas que una vez estuvieron
casadas y ya no lo están, haciendo uso de este vocablo (Coalición por el
Evangelio, 2014).
Debemos
admitir, por tanto, que el apóstol Pablo tuvo una época como casado y que
posiblemente enviudó, o como supone el autor John Pollock, su mujer lo abandonó
al él convertirse a la fe de Cristo (Pollock, 2012).
1
Corintios 7
Este
es uno de los principales pasajes donde el apóstol hace referencia al
matrimonio. El apóstol ha venido respondiendo algunas dudas que los creyentes
de la iglesia de Corinto le habían escrito, e inicia su respuesta indicando que
“bueno le sería al hombre no tocar mujer”. Son muchos los que opinan que esa
frase no es un indicativo del apóstol a apoyar una vida célibe, de hecho, dicen
que el apóstol está es realmente citando la carta que los corintios le habían
escrito a él (Kistemaker, 1998), sin embargo, el “pero” que se ve en el verso
dos pareciese apoyar el sentido de que sí es una afirmación; pero aún con esto,
no es posible en ninguna manera apoyar la idea de que el apóstol coloca la vida
célibe por encima del matrimonio, pues en otros lugares Pablo cita la unión de
Adán y Eva en el paraíso, indicando que Dios mismo instituyó el matrimonio (1
Cor. 6:16; Gn. 2:24).
Para
el apóstol el matrimonio es una relación reciproca donde cada conyugue debe
darse al otro (v. 3-6) y un estado que se debe buscar mantener si se está en él
(v. 17-24), incluso da órdenes a mantenerse unido a su conyugue incluso cuando
este sea incrédulo, a menos que este no consienta mantener la relación (v.
12-15).
Los
que apoyan el celibato argumentan que Pablo prefiere la vida célibe debido a
sus palabras refiriéndose a las personas vírgenes que “harán bien en quedarse
como está” (V. 26b), sin embargo decir que Pablo se opone al matrimonio, o que
lo tiene como algo secundario en comparación de una vida célibe, es un error al
ignorar otros pasajes en los cuales el apóstol habla del tema, como cuando hace
la conocida comparación entre Cristo con su Iglesia, pero esto lo trataremos
más adelante. Se debe tener en cuenta el “a causa de la necesidad que apremia”
(v. 26a), pues es está la que indica que las palabras del apóstol son debidas a
una situación como tal. Hay quienes dicen que esta situación apremiante se
refiere a hecho de las dificultades que el escaton presente, inaugurado por
Jesús, trajo; y que por ende Pablo se refiere a que era preferible no correr el
riesgo con cosas como cambios en el estado civil (Fricke, 2003). Sin embargo,
me inclino más por la argumentación de que Pablo se refiere a una situación
especifica acontecida a la iglesia de corintio, como una persecución o
hambruna, pero en lo que sí estamos de acuerdo es que para el apóstol ve que la
vida en matrimonio puede limitar el servicio al Señor (v. 32-35). En todo esto,
la argumentación del apóstol, apunta es al hecho preguntado por la iglesia de
corintio, su respuesta, pues, es basándose en ello y en la situación que ellos
estaban viviendo, por eso el apóstol pareciese poner el estado del matrimonio
por debajo del estado del celibato, pero siempre teniendo en cuenta que nunca
es deseo del apóstol, o parte de su argumentación, poner el matrimonio como
algo no deseable, sino que, debido a lo peligroso que era el servicio a Dios en
la iglesia del siglo primero, indica que es mejor “estar como él” para no tener
preocupaciones extras en el servicio al Señor.
Efesios
5
Pablo
ha terminado de exponer algunos puntos doctrinales en su carta a los creyentes
de la iglesia de Éfeso y ahora pasa a dar instrucciones particulares, o
aplicativas, basándose en lo que ha dicho anteriormente. El punto que ahora nos
atañe es lo dicho en los versos del 21 al 33 donde el apóstol da instrucciones
para la vida en matrimonio. Es interesante notar, habiendo expuesto lo
anterior, que en este capítulo el apóstol señala la comparación que existe en
la relación entre el matrimonio conyugal, y Cristo y su Iglesia. No se puede
admitir, de ninguna manera, el pensamiento de que para el apóstol la vida
célibe era mucho mejor, y más importante, cuando para él el matrimonio conyugal
es un reflejo, o muestra de una relación tan profunda como la que existe entre
Cristo y su Iglesia. El apóstol hace uso de la expresión que vincula al
matrimonio “dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y
los dos serán una sola carne” (v. 31), pero lo pone en uso de esta relación,
Cristo y su Iglesia, dando a entender que de la misma manera que Cristo y su Iglesia
están unidos, así mismo el hombre y la mujer se unen en el vínculo del
matrimonio. Es por esto por lo que se detalla, y expone, las funciones que
existen entre el hombre y la mujer en el vínculo del matrimonio.
Como
toda sociedad, el matrimonio es una que incluye cierto tipo de funciones para
cada individuo que lo compone, esto no es ajeno para el apóstol, pero da estas
indicaciones en el marco de “someterse uno a otros en el temor del Señor” (v.
21). Esto muestra, en un principio, que para el apóstol cada cónyuge tiene la
misma importancia y valor delante de Dios, pero esto no implica, o infiere, que
tengan exactamente las mismas funciones, dice MacArthur:
“La
Biblia deja en claro que no existen distinciones espirituales ni morales entre
los cristianos. “ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay
varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gá. 3:28). No
existe clasificación de cristianos de ningún tipo. Todo creyente en Jesucristo
tiene exactamente la misma salvación, la misma postura frente a Dios, la misma
naturaleza y recursos divinos, y las mismas promesas y herencia divinas. Por
otro lado, en cuestiones de papel y función Dios ha hecho distinciones”
(MacArthur, 2010)
En
el caso de las mujeres, el apóstol marca que su ejemplo es la Iglesia, pues
como la Iglesia se somete a Cristo, así mismo la esposa debe someterse a su
marido. Obviamente este sometimiento no es del todo igual al que la Iglesia
debe tener con Cristo, pues el marido no es Cristo; el apóstol no está
queriendo decir que así, exactamente, como la Iglesia se somete, entonces la
esposa también. Lo que el apóstol está indicando es que de la misma manera que
la Iglesia se somete a Cristo, que es de una manera alegre y voluntaria, así
mismo la esposa lo haga a su esposo. Esto debe ser así, pues si se le ordenara
a la esposa a someterse en absolutamente todo a su marido, este, quien es
pecador e imperfecto, podría hace pecar a su esposa si le pidiese algo no
propio de la piedad.
Alguno
podría argumentar que el apóstol sí pide que las casadas estén sujetas a sus
maridos en todo (v. 24), y ciertamente tendría razón, pero en esta orden se da
por hecho la pureza y piedad que tendría el esposo, pues la comparación que
hace refiere al esposo como ha Cristo. En este punto es muy importante notar
que, si bien la comparación del texto apunta a que es el hombre el “similar” a
Cristo, el Señor mismo es ejemplo de sumisión al Padre, lo cual da ejemplo a
las esposas de cómo debe ser su sumisión.
Por
otro lado, y en esa misma línea de pensamiento, el esposo es puesto en
comparación con Cristo. En el pensamiento del apóstol acerca de las funciones
en el matrimonio, da el papel al hombre de amar a su esposa como Cristo amó a
la iglesia, indicándole la función de abnegación y negación de sí mismo, y la
vida sacrificial, con el fin de procurar la santidad y un cada vez mayor honor
a la esposa, y como si esto no fuese suficiente, el apóstol apunta la labor del
varón a cuidar a su esposa como a su propio cuerpo. A pesar de que el apóstol
indica que la unión de la Iglesia y Cristo es como “si fueran una sola carne”,
él no olvida el significado original de estas palabras, lo cual lo lleva a
indicar que el varón debe procurar el bienestar de su esposa, pues ella es su
carne.
El
principio fundamental de todo el pensamiento del apóstol, con respecto a las
funciones y responsabilidades de cada cónyuge en el matrimonio, se marca todo
en “el temor del Señor”. Para el apóstol es imposible concebir la idea de
cumplir estas funciones sin el poder del Espíritu Santo, por ello su indicación
es a que solamente los creyentes pueden obedecer tal acto, pues el inicio de su
argumentación es el de “someterse unos a otros” y esto no es posible sino en
“el temor del Señor”.
Colosenses
3
Otro
pasaje que muestra el pensamiento del apóstol con respecto al orden original
del matrimonio es Colosenses 3:18-21. Este pasaje incluso va más allá y habla
de los siervos, pero en lo que nos compete, hablaremos únicamente lo dicho
hasta el verso 21.
El
apóstol nuevamente da la orden a las casadas a sujetarse a sus esposos,
nuevamente, dice “como conviene en el Señor” (v. 18). Esta vez el apóstol le
suma a su pensamiento el hecho de que el someterse a al esposo es algo digno y
piadoso, pues es algo que conviene entre los creyentes. Así mismo, a la
instrucción que da a los varones también se da ahora la especificación de “no
ser ásperos con ellas” (v. 19). Estos mandamientos deben leerse ligados al
aspecto de que el sometimiento es en el Señor y el esposo debe amar a su esposa
como Cristo ama a la Iglesia, pues el Señor, nunca es áspero con esta.
Adicionalmente a estos pensamientos se suma ahora la instrucción de padre a
hijos. Se manda a los hijos a obedecer a los padres y a estos la orden de no
ser exasperar a los hijos.
En
el marco de los matrimonios actuales, incluso dentro de muchas iglesias, el
tener hijos es algo no del todo deseado, o lo más retrasado posible, sin
embargo es imposible eludir la orden divina que pone como un fin del matrimonio
la procreación (Gn. 1:28). El fin del matrimonio es reflejar la relación que
existe entre Cristo y su Iglesia, pero también la procreación lo es, por ende,
dentro del pensamiento Escritural no se concibe un matrimonio sin hijos, a
menos que el Señor no los haya permitido; el orden natural, pues, es que los
hijos estén sometidos a sus padres en todo, esto es algo que agrada al Señor,
pues ellos están bajo un autoridad, la de sus padres, y sabemos bien que el
apóstol nunca a incitado a rebelarse a ningún tipo de autoridad, la carta a
Filemón es un ejemplo, por nombrar alguno, entonces, los hijos, al permanecer
bajo el cuidado y custodia de sus padres, deben permanecer sometidos a sus
reglas, y el mismo principio que aplica para el sometimiento de la esposa a su
esposo, aplica para los hijos a sus padres: se someterán en todo, menos en
aquello que implique rebeldía contra el Señor y su Palabra.
Los
padres, al igual que el esposo a su esposa, podría abusar de la autoridad que
tiene, y por su pecado, buscar dominar a quien está bajo su autoridad. Pablo da
las respectivas indicaciones, entonces, para que los padres presten mucha
atención y no terminen exasperado a sus hijos. Esta es una de las causas por
las cuales tantos hogares disfuncionales terminan con hijos drogadictos, en
prisión, o escapándose de la autoridad y protección paternal. El tratar con
firmeza, pero con cariño, a los hijos es algo muy importante, el mismo apóstol
lo dice cuando menciona que es “para que no se desalienten” (V. 21). El orden
natural, entonces, es que los hijos se sometan a sus padres en todo, y que
estos corrijan a sus hijos no buscando desalentarlos, sino incentivando y
motivando en ellos la búsqueda del Señor, así verán que su sometimiento es algo
que agrada al Señor; al mismo tiempo, la esposa debe someterse a su esposo
porque es algo que conviene a la piedad, y algo que agrada a Dios pues de esta
manera refleja su gloria, mientras que el esposo debe mantenerse en sacrificio
constante procurando la santidad de su familia.
Este
es el orden que ve el apóstol Pablo en el matrimonio. Una institución sagrada,
por tanto indisoluble, que refleja la gloria de Dios en la relación entre la
trinidad y la de Cristo y su Iglesia, donde cada persona, o integrante, tiene
una función a ejecutar para que permanezca la imagen de Dios y la armonía, y
cuya finalidad es, aparte de glorificar al Señor, la procreación y
multiplicación a futuras familias.
CONCLUSIÓN
Es
innegable el alto valor que da el apóstol Pablo a la institución del
matrimonio. Por ningún motivo promueve el ascetismo ni el celibato, sino que
solo propone a que, en ciertas circunstancias, el ser soltero y permanecer así
puede ser ventajoso, empero, nunca ve el matrimonio como algo malo o no
deseable. El matrimonio es para Pablo algo sumamente sagrado, no solamente
porque Dios lo instituyó, sino porque este refleja cosas del Su Carácter.
Para
que lo anterior se cumpla plenamente, es necesario, e imprescindible, el
guardar los respectivos roles, que nada tiene que ver con la dignidad de la
persona, sino algo de función, así como el Hijo y el Padre son iguales en
dignidad y valor, pero con grandes diferencias de funciones. Para el apóstol,
pues, estas funciones, o relaciones deben ir enmaradas en el temor del Señor,
que no es otra cosa que el obedecer con su rol, y cumplirlo lo mejor posible,
no por el privilegio de quien lo recibe, sino por el valor y dignidad que el
Señor Dios requiere
BIBLIOGRAFIA
Ø A
menos que se diga lo contrario, todos los textos bíblicos son usados de la
Versión Reina Valera 1960
Ø Apologética
Católica, (s.f.). ¿San Pablo viudo? Recuperado de http://apologeticacatolica.org/Varios/Varios13.htm
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Recuperado de https://www.coalicionporelevangelio.org/articulo/estaba-casado-el-apostol-pablo/
Ø Pollock,
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Springs, USA. Ediciones David Cook
Ø Kistemarker,
S., (1998). Comentario al Nuevo
Testamento. Michigan, USA. Editorial: Libros Desafío
Ø Fricke,
B., (2003). Comentario 1 y 2 corintios. Texas, USA. Editorial: Mundo
Hispano
MacArthur, J., (2010). Comentario
MacArthur del Nuevo Testamento. Michigan, USA. Editorial: Portavoz
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