El
siguiente, es un diálogo ficticio entre dos personas creyentes, uno de
creencias protestantes y otro de creencia católica romana, donde ambos buscan exponer
sus puntos de vistas con respecto a sus creencias. La finalidad es dar a
conocer al lector un poco de ambas concepciones. El diálogo, pues, se trata de
un desarrollo que el autor imagina de cómo sería este encuentro, pero que en
nada se intenta representar a la realidad, aunque se desea que fuese lo ideal:
una conversación sana y sincera, con mente abierta a lo que muestre: la ley y
el testimonio.
La
mañana era fría y los bancos del parque de la plaza de Caycedo estaban húmedas.
Las personas iban de aquí para allá a toda prisa, hacía sus trabajos, sin darse
cuenta de que en unos instantes dicho lugar se convertiría en el centro de un
encuentro de dos cosmovisiones milenarias.
En
un extremo del parque se ve arribar a un hombre de mediana estatura, tes algo
morena, cabello algo castaño y una semi barba en la cara. Por el otro lado se
encontraba un hombre de estatura un poco más baja que el anterior, piel un poco
más clara, cabello rizado pero corto, algo corpulento y con “aires
espirituales”; vestía las ropas típicas del sacerdocio católico y poseía un
cuello clerical, sí, aquel que en otroras perteneciese a los ministros protestantes.
Los dos personajes se sonríen un poco y se dan la mano, mientras
inmediatamente, con un café de por medio, buscan una de las bancas del parque
para iniciar su conversación
A:
Hola, Eduard, ¿Cómo has estado?
E:
Hola Andrés, bien, todo va muy bien ¿Y tú?
A:
No me quejo. Me sorprendió mucho tu llamada, ¡Más aún tu propuesta de
reunirnos!
E:
Es bueno que conversemos un poco –dice mientras sonríe- El motivo para
reunirnos es que, pues ya sabes, con todo eso de los movimientos ecuménicos que
se están viendo ahora, más las duras y cada vez más difíciles batallas contra
la llamada Ideología del Género, pues he visto muchas uniones entre católicos y
protestantes. Una vez publicaste una nota en tu red social donde hablabas en
contra de dicha cuestión, entonces, básicamente quisiera saber, conversando
contigo en persona, qué tanto nos puede diferenciar como para que las reuniones
entre protestantes y católicos no puedan verse como Dios. Si creemos en el
mismo Dios, en el mismo Cristo, y en el mismo Espíritu ¿Por qué condenar una
unión por la que nuestro mismo Señor oro al Padre en Juan 17?
Andres,
sonriendo mientras Edward hablaba, sabe muy bien el por qué de las inquietudes
del sacerdote.
A:
Mi estimado Esdward, aunque pareciese algo simple y bueno una unión entre
católicos y protestantes, son muchas las cosas que nos diferencian, de hecho,
hasta lo mismo que mencionaste no es exactamente lo mismo, si tomamos en cuenta
una posición bíblica protestante.
E:
¿A qué te refieres?
A:
Bueno porque, aunque pareciese que sí adoramos al mismo Padre, al mismo Hijo y
al mismo Espíritu Santo, la cuestión es que en la adoración no se incluye solo
a la persona en sí, sino también su obra, y ahí es donde diferimos
radicalmente, en su obra
E:
Ha, sí, eso. Ustedes enseñan que las obras no son para salvación
A:
Eso es lo que enseña la Escritura ¿no?
E:
¡Por supuesto que no! Según la enseñanza del magisterio católico las obras del
creyente son meritorias para la salvación, junto con los sacramentos y la fe
A:
Ese es el otro punto de diferencia. Ustedes sostienen que es la Iglesia, como
institución y a través del Magisterio, que se interpretan las Escrituras, es
decir, la única interpretación valida es la del Magisterio; eso y lo de la
Tradición, pero como sabes, supongo, el protestantismo sostiene la clave de
“Sola Scriptura”
E:
Pero es que ambas doctrinas son ciertísimas. Mateo 10 nos habla cuando Jesús
instituyó el colegiado apostólico, del cual, según Mateo 16, Pedro es el
principal. De ellos tenemos una sucesión apostólica basada tanto en los
escritos patrísticos como en la Tradición.
Esta
última tiene su sustento escritural en Juan 20:30 y 21:25. Ahí podemos ver
claramente que el apóstol hace referencia a que Cristo hizo muchas cosas que no
fueron escritas ¿Por qué no pensar que también dijo cosas que no escribieron
los apóstoles? El otro problema es que a pesar de que se les dice a ustedes,
los protestantes, las cosas con citas bíblicas, ahí mismo dicen que estas no
les sirven
A:
Es que al decir nosotros que los textos que se presentan no sirven no se dice
eso solo “por que sí”, sino porque para poder usar un texto se debe tener en
cuenta el contexto de este, cosa que hasta donde tengo entendido, la misma
Iglesia Romana no niega. Si esto no fuese así, podríamos sustentar muchas
barbaridades de sectas como los mormones, testigos de Jehová, incluso las
religiones con raíces gnósticas; por tanto, al mirar cada texto se debe tener
en cuenta el contexto que se encuentra en el pasaje.
Entrando
ya en detalle, creo que estás olvidando, precisamente, el contexto de esos
textos. El primero se trata de Mateo 10 pues, aunque la Biblia si habla de que
Jesús escogió a doce apóstoles, no hay ningún indició para decir que se
instituyó un “colegiado apostólico”, de hecho, los apóstoles no fueron
reemplazados, salvo Judas, por cuestiones Escriturales según Hechos 1, pero
podemos ver que ningún otro de los apóstoles fue reemplazado. Por ejemplo,
Jacobo fue traspasado por la espada de Herodes, ¿quién tomó su oficio como
apóstol? Eso es algo que Lucas nunca narra, y que ciertamente hubiese sido
importante y, por tanto, difícil de ser obviado.
Todo
esto nos muestra que ni se puede sustentar bíblicamente la doctrina del
Magisterio de la Iglesia y también ya nos habla del asunto del Papado, sin
embargo, al mirar el texto de Mateo 16…
E:
Déjame adivinar, vas a decir que Jesús estaba hablando de sí mismo, ¿Cierto?
¿acaso es que estaba hablando frente a un espejo? – el sacerdote toma un tono
jocoso y burlesco
A:
Ja ja ja ja, no; no me referiré a ello, ni siquiera tomaré la simple posición
de que se refería a la confesión sola, pues es claramente obvio el “juego de
palabras” que el Señor usa. Ciertamente Pedro tuvo un lugar de privilegio entre
los apóstoles, no por nada Lucas le dedica casi la mitad de su libro. Nuestra
explicación es que las palabras de Jesús iban dirigidas a Pedro como el
representante de todos los apóstoles, es decir, su confesión era lo que creían
todos los apóstoles y fue algo que no se le reveló por su solo ingenio, sino
que le fue dado por Dios mismo; sin embargo, este hecho tampoco demuestra un
papado perpetuo. Tú te referiste a los escritos patrísticos, sin embargo, al
analizar la historia al principio no existía un solo papa, sino que todos los
obispos eran conocidos de esa manera. El pontificado romano se dio por
circunstancias políticas, en mi opinión hasta cierto punto necesarias, que
resultaron por el abandono del emperador al sector occidental cuando estaban
fuertemente atacados por los barbaros; esto conllevó a que el obispo de roma
fuese ganando poder y relevancia, pero fue un proceso gradual que tiene muchas
inconsistencias, ¡¡¡incluso llego a haber tres papas y una papisa!!! Pero no
fue sino hasta cerca del primer milenio donde el papado no tuvo su máximo
poder, con Inocencio III, esto nos muestra que la iglesia nunca tuvo un papa
romano, por ende, tal apoyo de sucesión apostólica desde Pedro, no existe.
Finalmente,
pasando a la tradición, se usan los pasajes del final del Evangelio del apóstol
Juan, pero curiosamente se omite el verso 31 del capítulo 20 que hace parte del
propósito del evangelio; ciertamente el cero 30 dice que muchas cosas de las
que hizo Jesús no fueron escritas, pero también en el verso 31 dice que las que
se escribieron se escribieron para lo único que se necesita para ser salvo:
creer que Jesús es el Cristo, además, al ver la historias de los concilios,
muchas veces se contradicen unos de otros ¿cómo confiar en una Tradición así?
¿Qué decir de cuanto un papa dice algo “ex catedra”, supuestamente infalible, y
luego otro lo contradice de la misma manera?
E:
No es que lo contradiga, sino que muchas veces no se le interpreta
correctamente
A:
Muchas ocasiones con claras contradicciones, por ejemplo, el Concilio de Orange
condenó el semipelagianismo, posición que luego iba a tomar la ICAR con Tomás
de Aquino y a ratificarla tanto en el Concilio de Trento, como en el de los
Vaticanos I y II.
E:
Pero es que es más que claro que el actuar del creyente es necesario para la
salvación. Dios sería injusto si permitiese ir al infierno a una persona que
obra con mucha piedad y caridad. Ciertamente estos atributos por si solos no
son suficientes, pero sí necesarios; estos, con la gracia sacramental que es
administrada por la Iglesia, justifican al creyente delante de Dios.
A:
Y ese es otro punto, y el más importante, en el cual difieren nuestras
concepciones. Como sabrás los protestantes creemos es en la salvación por solo
gracia mediante la fe
E:
Nosotros también creemos en la salvación por gracia mediante la fe
A:
Sí, pero ten presente el adjetivo “Solo”. Ciertamente en lo que diferimos es en
la aplicación de la salvación a los creyentes, ustedes se basan en la gracia de
Dios que es administrada por la Iglesia mediante los sacramentos que conceden
al hombre el poder hacer méritos delante de Dios. En otras palabras, el sistema
romano es sacramental, y lo es tanto que, sin los sacramentos, Roma no sería
Roma.
E:
Continúa
A:
Básicamente toda la divergencia se da en la concepción del resultado de la
caída. Aunque ustedes reconocen que en La Caída el ser humano perdió capacidad
para relacionarse con Dios, niegan que todo el ser humano haya sido afectado
por el pecado, tanto así que, indican que el hombre, mediante el solo uso de la
razón, puede llegar al conocimiento de Dios.
E:
¿Y no es eso lo que enseña Romanos 1?
A:
No, no es eso. Romanos 1 enseña ciertamente que la creación da testimonio de la
existencia de Dios, pero también dice que, por la inclinación de pecado en el
hombre, este terminó adorando a la creación y no al creador
E:
Entiendo, pero se debe tener en cuenta que en Mateo 16, El Señor le entrega las
llaves del Reino a Pedro, y a los apóstoles, pues, si tomamos la posición que
me explicaste hace un momento; por ende, es la Iglesia la que tiene el poder de
administrar la gracia mediante la cual el hombre tiene el poder de hacer
méritos.
A:
Hay varias inconsistencias en tu afirmación. La primera es que, aunque
ciertamente las llaves del Reino le fueron dadas a los apóstoles, esto no fue
con el fin de enseñar que la Iglesia tiene el poder de controlar la salvación,
sino que se trataba de un aspecto en donde la Iglesia, en el nombre de Cristo y
según las directrices de Mateo 18, puede aplicar disciplina a sus miembros para
salvaguardar el honor de Cristo.
La
segunda es la concepción que tienes de la Iglesia como una institución, y es
claro, pues desde muy antiguo los sacerdotes o el cuerpo eclesial romano se han
visto como “superiores”, o una mejor palabra es como “la herencia de Dios”, de
ahí la palabra Clerigo, haciendo alusión a los levitas, e incluso en la ordenación de ministros se
cita el Salmos 16:5; pero olvidan que Pedro llama “laós” de la cual es la
palabra “laico” a “todo el pueblo de Dios” en 1 Pedro 2:9-10 al mismo que llama
“Klerón” en 1 Pedro 5:3. Además de que también olvidan que el Salmos 16 fue
cantado por el rey David, el cual claramente no fue sacerdote ni levita
Finalmente,
el concepto de gracia que parece tener, o que transmite al menos, la Iglesia
romana es una de como si se tratase de una energía, sustancia, o fuerza, pero
claramente la Escritura nos enseña que la gracia de Dios es una disposición del
Señor de dar a alguien lo que no merece. O sea que no se trata de una
“sustancia” sino de un actuar de Dios.
El
sacerdote Edward queda muy intrigado con dicha explicación, frunce el ceño y
se inclina un poco
E:
Continúa tu argumentación
A:
El hecho está en lo que respecta al significado de la palabra “justificación”,
pues nosotros los protestantes no creemos, como lo hacen ustedes, que esta haga
una persona “santa interiormente” de tal manera que esta pueda hacer méritos
propios ante Dios
E:
Pero es que la epístola de Santiago, en su segundo capítulo, es totalmente
clara: la fe sin obras es muerta, y Abraham fue justificado por sus obras.
Nosotros creemos y sostenemos totalmente que el hombre está contaminad por el
pecado original, pero precisamente por eso son los sacramentos; en ellos, Dios
deposita su gracia en el creyente, comenzando desde el bautismo, el cual es el
inicio de la vida espiritual, pasando por los demás ayudando al creyente a
crecer en justicias y capacitándolos para hacer méritos ante Dios. Unos
sacramentos de vivos por producir la gracia santificante, y otros de muertos en
el sentido de permitir recuperar la gracia a aquellos que han caído de ella por
sus pecados actuales.
A:
El punto está precisamente en el sistema sacramental, como te decía. Al creer
ustedes que la iglesia es la administradora de la gracia, hacen que el creyente
dependa totalmente de esta, en últimas, el creyente no confía tanto en Cristo,
así lo niegue, sino en la iglesia que le ha administrado los sacramentos; pero
la cuestión es que , sin entrar en detalles de los números, los sacramentos son
símbolos externos que representan una realidad interna, pero aún así, ustedes
indican que en el bautismo se le perdona el pecado original al infante, pero
que este al crecer, cometerá pecados que le harán perder esa gracia inicial, de
ahí la necesidad de los demás sacramentos, pues se cree y enseña que en el
bautismo y en los demás sacramentos, se borran los pecado cometidos en el
pasado, pero dejan al creyente en una situación neutra, es decir, con la cuenta
en ceros, y con la responsabilidad de sumar para hacerse a la salvación.
Ahora
bien, se deben tener en cuenta en el pasaje de Santiago, dos cosas: la primera
es que Santiago usa el término “Justificación” no en el sentido de “hacerse
justo” sino en el sentido de “mostrarse justo”, es decir, alguien que realmente
ha sido justificado por Dios lo evidenciará en su forma de vivir y actuar. La
segunda es que el pasaje que toma el autor bíblico sobre Abraham es uno que va
después del que toma Pablo en su epístola a los Romanos donde enseña que
Abraham fue justificado por la fe, esto nos muestra también que el ejemplo que
toma Santiago es que Abraham fue mostrado como justo, cosa que ya era, cuando
ofreció a Isaac. En resumen, ustedes tienen por justificación, lo que nosotros
los protestantes entendemos también por santificación.
E:
Explícate
A:
Para nosotros la justificación se trata de un acto legal, como bien acertó
Trento, aunque condenándolo, donde el pecador no solo se le es perdonada la
culpa, sino que Dios imputa al creyente las justicias de la vida perfecta de
Cristo. Nos basamos como Romanos 3:26, 28; 4:3-5; 5:1; 8:33,34; Lucas 7:29,
entre otros; además de textos del Antiguo Testamento como Deuteronomio 25:1; Proverbios
17:15 e Isaías 5:23. Como ves, nosotros vemos esta enseñanza en toda la
Escritura.
En
cuanto a la santificación, entendemos que es un proceso por medio del cual
Dios, en colaboración del creyente, va librándonos del remanente de pecado que
permanece aún en quienes han confiado en el Señor, con el fin de hacernos cada
vez más como Cristo. De ahí todos los pasajes donde Dios nos demanda obediencia
a sus mandatos y un alejamiento y rechazo al pecado.
En
resumen, para nosotros el creyente cuando cree le son perdonados todos sus
pecados y declarado ya como justo porque las justicias de Cristo le son
contadas como de él, pero al permanecer un remanente de pecado en el creyente,
entonces entra Dios, por medio de su Espíritu y en colaboración de la obediencia
y confianza del creyente, va haciéndonos cada vez más como el Señor. Y este es
el punto más esplendido… Yo te hago una pregunta ahora: tu eres sacerdote, has
participado obedientemente de los sacramentos, entonces, cuando mueras, ¿Irás
al cielo o al infierno?
E:
Eso es algo de lo que nadie puede estar seguro totalmente, pues sería
presunción y orgullo decir que he sido tan bueno que merezco ir al cielo ¿no es
así? Yo he llevado mi vida sobre lo que la Iglesia ha enseñado y tengo
confianza en que, por lo menos puedo tener esperanza de salvación, aunque mi
perfección posiblemente se de en el purgatorio
A:
Pero eso es presunción también, ¿no? Es decir, dices que tienes la esperanza de
que las acciones que has hecho te pueden dar entrada al cielo, al final ¿no es
decir que has hecho suficientes obras como para considerar que sí puedes pasar
al cielo?
E:
No lo veo como presunción sino como aquella esperanza del estudiante que,
aunque no sepa si pasó el curso, mantiene una cierta o especie de seguridad
pues se preparó y estudió para el examen final
A:
Sea como sea tu seguridad se basa es en tus obras, y dime ¿qué día hay en que
no pequemos?
E:
Sí, claro, pecamos todos los días y a todo momento; precisamente allí radica la
necesidad de los sacramentos, para renovar esa gracia que se pierde con los
pecados cometidos después del bautismo
A:
Nosotros no lo vemos así. Es totalmente claro que estar seguro de su salvación
es una presunción orgullosa si basamos nuestra justificación en los actos
buenos que cometemos, pues es precisamente cierto que todos los días pecamos ¡y
de qué forma! Pero a eso es que quería llegar: si la justificación es hacernos
a nosotros como justos, ¿qué seguridad tenemos de que realmente estamos siendo
justificados? Pues todos los días fallamos ¿y si llevamos una excelente vida y
al último minuto cometemos un pecado de los cuales ustedes llaman “mortales?
Esa es una gran incertidumbre que produce un gran desespero ¡se puede entender
totalmente a Martín Lutero! ¿no es cierto?
En
lugar de eso, nosotros basamos la justificación es en las obras perfectas de
Cristo. Él vivió una vida perfecta y cumplió toda la ley de Dios, entonces, al
morir en la cruz, no solo se ofreció como propiciación por nuestros pecados
representándonos en aquella muerte bajo la ira de Dios, sino que también nos
representó en su vida perfecta por lo cual sus justicias nos son imputadas. De
esta manera podemos estar seguros de nuestra salvación, pues no depende de
nosotros sino de Cristo
E:
¿Pero eso no llevaría a una vida licenciosa e impía bajo el pretexto de que ya
somos justos? Claramente Cristo vivió una vida perfecta, pero creo que decir
que su vida justa nos es contada a nosotros puede llevar aun persona a vivir
como quiera, lejos de la obediencia de Dios y decir “soy justo porque Cristo me
representó y sus justicias son mías, así que no importa como vivo ya”
A:
Entiendo tu preocupación y tu punto, pero ¡precisamente eso es lo que responde
el apóstol Pablo en Romanos 5 y 6! Eso nos indica que has entendido bien el
punto. Me queda poco tiempo por otros compromisos del día, pero permíteme
terminar explicando mi punto
Ciertamente
el sentido y preocupación que expresas se puede dar, y se da en cierta manera,
pero de ninguna forma decimos que, quienes se expresan de tal manera, sean
verdaderos creyentes. Nosotros entendemos las cosas, según vemos en la
Escrituras, de la siguiente forma:
Romanos
tres nos enseña que nadie es bueno, nadie puede hacer lo bueno y que todos
hemos pecado y estamos destituidos de la gloria de Dios, por tanto, el hombre
solo merece una sola cosa: el castigo divino, toda la ira de Dios sobre él por
cuanto a traspasado su pacto, y ciertamente Dios ha establecido un día donde
juzgará a vivos y a muertos, según sus obras, y les dará la justa retribución.
Pero Isaías nos muestra que nuestras mejores obras son como trapos de
inmundicia, es decir, nuestras obras no son suficientes para agradar a Dios y
hacernos a la salvación, por tanto, el hombre está en una condición desoladora
y desesperante. No hacemos la división entre pecados “veniales” y “mortales”
por cuanto todo pecado tiene como resultado la muerte, es por eso que todo
hombre está muerto si no ha creído en Cristo y su fin será la ira de Dios
eternamente.
Pero
Dios envío a su hijo en forma de hombre para cumplir la ley por nosotros, quien
ninguno puede cumplirla ni por cuanto quien falle en un solo punto, se hace
transgresor de toda la ley. Cristo, entonces, cumplió por nosotros la Ley que
venía a ser nuestra condenación, y en la cruz recibió todo el castigo que debió
ser sobre nosotros, por eso hay salvación segura en Cristo para todo aquel que
cree. Esta salvación es anunciada por medio del Evangelio, herramienta que Dios
destino para el llamamiento de sus elegidos, y quienes lo son, escucharán tal
llamado y correrán a Cristo en sincero arrepentimiento y verdadera fe, para
nacer de nuevo y ser contados como ovejas del rebaño de Cristo, por lo cual él
dice que “no se perderá ninguna, ni nadie las arrebatará de su mano. Es por eso
que quien ha creído verdaderamente en Cristo se regocijará y vivirá confiado
pues sabe que ya no hay ninguna condenación para él pues al final será
glorificado porque Dios no es hombre para que mienta ni hijo de hombre para que
se arrepienta.
Dado
esto, nuestra confianza no está puesta en ningún hombre o enseñanza eclesial,
salvo las que se encuentras coherentemente explicadas con base de todo el
consejo Escritural, que es la única revelación de Dios, suficiente para abundar
en buenas obras que el mismo Dios nos preparó de antemano. No creemos en las
enseñanzas del papa ni de la ICAR porque muchas contradicen lo Escritural. El
bautismo y la Eucaristía son símbolos que representan verdades espirituales,
pero para nada hacen al creyente más justo, pues toda la gloria debe ser de
Dios, de ahí que nosotros no tengamos méritos propios, sino que nuestra
obediencia es en agradecimiento y amor al Señor que nos salvó, basados en
nuestra nueva naturaleza y nuestros méritos no son sino los méritos perfectos
de Cristo, los únicos valederos ante el Padre, pues solo él pudo cumplir a
cabalidad y en perfección, la ley de Dios.
E:
Ahora entiendo todo… jummm- Se toca la coronilla mientras piensa –
Verdaderamente son muchas las diferencias. Me has dado mucho de que pensar, y
para serte sincero, mucho por lo cual estudiar, pues tengo que aceptar que tus
puntos son coherentes e interesantes, a primera vista por lo menos.
Si
me queda es claro que de ninguna manera puede haber una unión total entre
nosotros y ustedes, pues muchas de las cosas que dices son contrarias a las que
creemos, incluso condenadas en cierto sentido.
A:
Exactamente, ahora puedes por lo menos ver el porqué me opongo tajantemente a
las cuestiones ecuménicas
E:
sí, entiendo perfectamente – Suelta una sonrisa – Bueno, Andrés, agradezco tu
tiempo y tus explicaciones. Puedo dilucidar un poco más el panorama
A:
Es un gusto, y espero poder tener un reencuentro, con un poco más de tiempo,
para una charla más profunda; pero sí quería instarte a que estudies mucho de
los concilios y mires sus contradicciones, así mismo que la Escrituras. Y si
eres sincero en lo que dices, ora a Dios para que te muestre toda la verdad.
E:
Prometo tener en consideración lo que dices, y hacer lo posible para un
reencuentro.
A:
Esta bien
Ambos
estrechan sus manos y sonríen de manera amistosa y cordial, paso inmediato se
alejan el uno del otro por caminos distantes, y la plaza va quedando y
concurriendo en sus actividades del día, entre muchos transeúntes que, sin
darse cuenta, estuvieron en el lugar donde dos cosmovisiones milenarias
tuvieron su primer encuentro.
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