jueves, 26 de mayo de 2016

Teología Bíblica De la Presencia de Dios: Edén, Post Edén, Abraham y Jacob


teología biblica

INTRODUCCIÓN

La Biblia, libro maravilloso que está compuesto, por así decirlo, de 66 libros que varían desde cartas pastorales a correctivas y doctrinales, libros de diferentes géneros literarios que abordan toda clase de relatos y hechos históricos. Además de esto, es un libro escrito por más de 40 personajes a lo largo de 1500 años, tres continentes y con idiomas distintos. Al describirlo de esta manera, parecería imposible de creer si dijera que aun así, este libro tiene una unidad perfecta a pesar de ser tan diversamente formado, y esto solo puede ser posible porque tiene un solo autor (2 Ti. 3:16), que es Dios mismo quien a través de Su Santo Espíritu guió a los escritores de la Biblia.


Dicho esto, podemos abordar la Biblia como una base firme e inamovible para hacer teología bíblica, la cual se encarga de encontrar un hilo conductor sobre un tema en particular, el cual se va desarrollando o revelando progresivamente a través de hechos históricos que dejan ver algo de la voluntad de Dios.

En este trabajo de licenciatura, (que no pretende ser exhaustivo), me he propuesto hacer teología bíblica teniendo como hilo conductor la revelación progresiva de la presencia de Dios a lo largo de la historia de la redención manifestada en la Biblia, para al final hacer un análisis de como esta se relaciona con el plan eterno de redención.


MARAVILLOSO EJEMPLO DE LA PRESENCIA DE DIOS: EL EDÉN

Aunque sabemos que Dios es desde y hasta siempre omnipresente (Salmo 139: 7-12), esto no significa que continuamente hayamos tenido presente en nuestra mente de manera plena las condiciones necesarias para poder entrar plena y confiadamente en la bendita presencia de Dios, es decir, estar ante Su presencia de manera fraterna y familiar, ya que Él es un Dios Santo y que no comulga con el pecado y lo aborrece (Salmo 5:5). 

Sin embargo, esto no siempre fue así, es decir, hubo un momento en la historia de la humanidad donde la presencia de Dios era plena entre nosotros y se paseaba en medio de este mundo de manera plena y para bendecir (Génesis 3:8), a tal punto que hablaba directamente el ser humano para mostrar Su voluntad. Este Lugar es el huerto del Edén, que ahora cuando lo vemos desde nuestra época y con la revelación completa, podemos decir que era una sombra o ejemplo de lo que será el verdadero Edén con nuestro Señor Jesucristo habitando con nosotros. Muestra de eso, es que el Edén no duro mucho tiempo libre de la presencia del pecado.

En esta etapa de la historia de la humanidad vemos que Dios se relacionaba directamente con Adán y Eva, y solo por la bendita gracia de Dios porque Él había hecho todo bueno en gran manera (Génesis 1:31), pareciera ser que antes de la caída de Adán y Eva, ellos gozaban del privilegio de disfrutar una íntima relación y comunión con Dios. No obstante, después de haber ordenado Dios al hombre no comer del árbol, estos no obedecen e inmediatamente se rompe ese vínculo unificador entre el creador y la criatura debido a que Dios siendo plenamente santo no puede tener ningún vínculo con el pecado y por ende con el pecador, así como lo proclamo el profeta Isaías “He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su oído para oír; pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír” (Isaías 59:1-2).

Por esta razón, a partir de este momento ya podemos ver claramente que la presencia de Dios ante su creación será condicionada, el pecado será el gran obstáculo a solucionar y Dios siempre tomará la iniciativa a la hora de exhibir su presencia de la manera más indicada para cada periodo de la revelación Bíblica.

A pesar del corto tiempo que pudo durar el Edén, si podemos aprender algo de este atisbo de la gloria venidera, y es que Dios siempre ha tenido como Su plan: relacionarse fraternalmente con nosotros y con unos objetivos fijos para sojuzgar la tierra. También podemos aprender que esa comunión a pesar de ser un deseo de Dios, este no puede pasar por encima Sus demás atributos, por lo que se genera ese rompimiento de la unidad entre Dios y nosotros, ya que el pecado agravo grandemente nuestras voluntades y ahora estaríamos muertos (Efesios 2:1), ciegos (Efesios 4:17-18) y esclavos de nuestros pecados (Ro. 3:3; Tito 3:3), esto a tal punto que creemos que tendrá frutos la acción de “escondernos de Dios” así como lo intento Adán y Eva. Por último, aprendemos también de esta primera etapa que la presencia plena de Dios antes su creación siempre fue condicional, es decir, podrían disfrutar de Su presencia si obedecían, es decir, si estaban libre de pecado.

Considero que la mejor manera de terminar esta etapa inicial sobre la revelación de la presencia de Dios a su creación es expresando que, a partir de este evento, la Biblia deberíamos considerarla como la historia de cómo Dios cumple una promesa de salvación (Génesis 3:15) para que el hombre pecador pueda nuevamente estar cerca de un Dios santo, ante Su presencia de manera íntima y completa.


LA PRESENCIA DE DIOS EN MEDIO DEL PACTO: POST EDÉN, ABRAHAM Y JACOB

Esta verdad de que el pecado era aquello que nos alejaba de la presencia favorable de Dios quedo clara y tatuada en los pensamientos de la humanidad, y muestra de esto es la expresión de Caín cuando recibe el castigo de Dios por asesinar a su hermano (Génesis 4:14).

El pecado llego a crecer y distanciar al hombre de Dios a tal punto que se destruyó gran parte de la Creación, quedando solamente por la gracia de Dios Noé y su familia. Después de esta situación, me parece evidente que la presencia de Dios comenzó a manifestarse de manera distinta a la humanidad, ya que, por medio de Teofanías, Dios comenzó a aparecérseles a sus escogidos (Éxodo 6:3), como lo fue a Abraham (Gn. 12:7; 18:1), Isaac (Gn. 26:2; 24), Jacob (Gn 35:1; 9; 48:3), Moisés (Ex. 3:16; 4:5). También se les apareció a Aarón (Lev. 9:4: 16:2), Josué (Dt. 31:15), Samuel (1 S. 3:21).

Me parece importante resaltar esta clase de apariciones de Dios porque estas son evidentemente diferentes a las manifestaciones de Dios a sus profetas, ya que estas teofanías se expresan con la palabra hebrea ra’ ah, que significa que “estas apariciones fueron manifestaciones literales de Dios en cierta clase de forma física que pudo ser vista y oída por el hombre. No se trató de visiones de la mente sino de apariciones físicas detectadas por los ojos (Gn. 18:2). La palabra ra’ ah es la palabra hebrea común para describir lo que es visible a los ojos del hombre y en la conjugación hebrea niphal significa “aparecerse, presentarse, hacerse visible, ser visto”[1], mientras que a los profetas se les apareció mayormente en visiones y sueños. 

Esto me ha parecido muy importante de resaltar en esta etapa de la revelación ya que la forma de Dios manifestarse al ser humano cambio, y aunque no sabría dar una razón exacta del porqué de esto, si me parece evidente que era importante en esta etapa mostrar que Dios mismo se estaba relacionando de manera más personal al ser humano, como si fuera de hombre a hombre. 

De esta etapa, aunque no es una teofanía como tal, si me parece importante resaltar el sueño de Jacob en Génesis 28: 11 – 22, ya que aquí comienza a manifestarse que la presencia de Dios estaría relacionada con un lugar como tal, ya que después de que Jacob bendice la piedra y le pone por nombre Betel a este sitio, Dios comienza a expresarse de ahí en adelante como si su presencia estaría en pos de ese lugar que fue bendecido para Dios. Esto parece expresarse en versículos como: Génesis 31:13; 35:1. Esto podría cobrar sentido si tenemos en cuenta que Betel significa casa de Dios, lo que inmediatamente nos hará pensar en que Dios aquí podría estar dando un indicio de que habrá un lugar que sería casa de Dios y ahí estaría Su presencia.

En esta etapa de la revelación vale la pena resaltar que Dios ahora manifestaba su presencia ante sus escogidos de una manera más personal, y justo en un momento de la época humana en donde se estaba escogiendo una descendencia, un pueblo especial y apartado para Dios, donde se establecieron pactos importantes con el hombre. Esto acorde o de la mano con la promesa de salvación, ya que Dios primero establecería una descendencia para formar un pueblo de donde provendría precisamente aquel que cumpliría la promesa de salvar y redimir a un pueblo para por fin poder disfrutar de la presencia de Dios en la gloria del paraíso.




[1] Recurso de Internet: https://pastordanielbrito.wordpress.com/2011/01/03/las-teofanias-jesucristo-en-el-antiguo-testamento/


Anthony Molina Torres.
Diácono
Estudiante de Licenciatura en Teología
Seminario Reformado Latinoamericano

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