sábado, 18 de julio de 2015

LA BENDICIÓN DE UNA IGLESIA CONFESIONAL

Confesionalidad

Esto te escribo, aunque tengo la esperanza de ir pronto a verte, para que si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad.
1 Timoteo 3:14-15

Muchos varones –si no es que la mayoría– hemos escuchado la siguiente frase de la jovencita que estábamos cortejando: “¡Mi papá quiere hablar contigo!”. Todo padre de familia quiere saber quién es el hombre que se acerca a su hija y cuáles son sus intenciones con ella, y de paso darle a conocer cómo se hacen las cosas en su familia y los valores y normas que respetan. La misma situación se vive en las iglesias. El papel del padre de la mujer lo cumplen los ancianos y pastores. Su tarea incluye dejar claro a todo “pretendiente” cuáles son las convicciones de esa iglesia, qué creen y cuáles son las normas que rigen a la comunidad. Así las cosas, quien quiera unirse a esa congregación sabrá con claridad lo que eso implica y decidirá continuar o desistir, pues no se trata simplemente de asistir a una iglesia y ya. Podemos comparar la solicitud de membresía del nuevo creyente con la pedida de mano en matrimonio. Ambas cosas son muy delicadas y requieren compromiso. En ambas la decisión de continuar no tiene que ver con la apariencia o los gustos particulares, sino con aspectos serios como los valores y las convicciones.

Pero no solamente el pretendiente –o quien solicita la membresía– debe analizar con quién va a comprometerse. La novia –o en nuestro caso la iglesia– también debe evaluar a quien la pretende. Un gran apoyo para este examen es la confesión de fe, un documento que expresa las convicciones centrales de la congregación. En otras palabras, es una declaración comprensible, precisa y ordenada de lo que en esa iglesia se cree que la Biblia enseña sobre las doctrinas más importantes.

Como congregación, Decisión Jesús, Iglesia Bautista Reformada, se adhiere a la confesión de fe bautista de Londres de 1689. Y a partir de esta introducción estudiaremos y profundizaremos las doctrinas fundamentales –exclusivamente bíblicas– que creemos y profesamos como iglesia.

Antes de cualquier otra cosa, valga hacer una aclaración: una confesión de fe nunca reemplazará la Palabra de Dios ni es autoritativa en sí misma pero sí puntualiza qué creemos que enseña en cuanto a doctrinas fundamentales. Por tanto, es un instrumento para dar a conocer a los posibles nuevos miembros las convicciones de la iglesia y para edificar en la Escritura a los miembros ya admitidos.

Como expresó Spurgeon: 
“Una ayuda en la controversia, una confirmación en la fe y un medio de edificación”


En 1 Timoteo 3:14-15 Pablo da una verdad espiritual sobre la labor de la iglesia: es columna y baluarte de la verdad, por cuanto sostiene, mantiene y preserva la verdad del Evangelio, de la Palabra de Dios. Y la confesión de fe es un instrumento maravilloso en este propósito.

Alguien podría afirmar: “No necesito una confesión de fe. ¡Mi confesión de fe es la Biblia!”. Pero como regla general quienes esto aseguran van, como dice mi esposita, del timbo al tambo en cuestiones doctrinales, ya que en verdad sus convicciones doctrinales no están bien definidas. Y más en este tiempo en que la pereza en el estudio de la Palabra y la resistencia a una educación formal en las Escrituras son comunes en el creyente promedio, quien prefiere instrucciones elementales, pasos que funcionen para un objetivo determinado, y menosprecia la formación seria en las convicciones cristianas. Va en total contravía de la advertencia del apóstol Pablo en Efesios 4:14 sobre el para qué ser edificado en la fe y el conocimiento: 


Para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error.


Para este propósito de instrucción y formación la confesión de fe es un instrumento invaluable para la iglesia, como los catecismos o la teología sistemática, cuyo fruto es precisamente la confesión de fe.

Volviendo a la loable frase “mi confesión de fe es la Biblia”, hay que advertir que tras ella se pueden esconder los más torcidos errores. Un ejemplo histórico de ello es Arrio, presbítero de Alejandría en el siglo IV. Él profesó con vehemencia que creía en la Biblia y adoptaría como suyo todo el lenguaje de las Escrituras en lo concerniente a la persona de Cristo, pero cuando la iglesia le preguntó sus ideas sobre la divinidad de Jesucristo, dijo que “Dios Padre en cierto momento creó al Hijo y antes de ese tiempo el Hijo no existía, ni el Espíritu Santo, sino solamente el Padre”, lo cual niega la deidad y eternidad del Hijo y el Espíritu Santo.

Así como Arrio hay muchos creyentes hoy día. Todos los que se consideran cristianos afirman que el fundamento de su fe es la Biblia, pero al profundizar en sus convicciones doctrinales, vemos que no hay coherencia alguna entre ellas y la Escritura. Por eso no es suficiente asegurar nuestra lealtad a la Biblia. Es más, es muy amplio el reconocimiento de las Escrituras como la verdad de Dios. Un unitario, un testigo de Jehová, un adventista e incluso un mormón declararán plenamente convencidos que la Biblia es veraz y es la Palabra de Dios. Pero eso no quiere decir que tengan una doctrina apegada a las Escrituras. Por ello, cuando los hombres tuercen las palabras de la Biblia y promueven así el error, una confesión de fe sirve para públicamente trazar una línea divisoria entre las convicciones bíblicas y los errores doctrinales.

Ver que se tuerzan las Escrituras, ya sea por ignorancia o por falta de dedicación en su estudio, no es algo raro ni nuevo. Desde la fundación misma de la iglesia se ha presentado. Así lo advierte Pedro:


Y tened entendido que la paciencia de nuestro Señor es para salvación; como también nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada, os ha escrito, 16 casi en todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas; entre las cuales hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también las otras Escrituras, para su propia perdición. 

2 Pedro 3:15-16

Pero el apóstol Pedro no sólo denuncia el problema sino que ofrece cómo evitarlo:

Así que vosotros, oh amados, sabiéndolo de antemano, guardaos, no sea que arrastrados por el error de los inicuos, caigáis de vuestra firmeza. 18 Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén.

2 Pedro 3:17-18

El conocimiento sobre nuestro Señor y Su Palabra. Esa es la respuesta de Dios para que no nos veamos arrastrados por el error ni caigamos de la firmeza que queremos en Cristo. Para ello la confesión de fe es invaluable.

Alguien podría argumentar que una confesión de fe tiende a quitarle relevancia a la Biblia, pero nada más lejos de la realidad; sólo tenemos que leer las primeras palabras de la confesión de fe de Londres de 1689: “1.1 ¿De dónde brota esta afirmación? Del estudio de las Sagradas Escrituras”. La confesión de fe no nos aleja de la Biblia, no pretende reemplazarla, no quiere sustituirla. Expresa lo que creemos al sumergirnos en ella. Es más, bien vale la pena leer lo que la confesión de fe de Londres afirma sobre las Escrituras:

Todo el consejo de Dios tocante a todas las cosas necesarias para su propia gloria, la salvación del hombre, la fe y la vida, está expresamente expuesto o necesariamente contenido en las Sagradas Escrituras; a las cuales nada, en ningún momento, ha de añadirse, ni por nueva revelación del Espíritu ni por las tradiciones de los hombres. Sin embargo, reconocemos que la iluminación interna del Espíritu de Dios es necesaria para un entendimiento salvador de las cosas reveladas en la Palabra, y que hay algunas circunstancias tocantes a la adoración de Dios y al gobierno de la Iglesia, comunes a las acciones y sociedades humanas, que han de determinarse conforme a la luz de la naturaleza y de la prudencia cristiana, según las normas generales de la Palabra, que han de guardarse siempre. 

Confesión de fe bautista de Londres, 1689.


En vista de todo lo aquí hablado, con este primer documento iniciamos el estudio de nuestra confesión de fe. Para ello hemos de apegarnos a las Escrituras y dejar a un lado el pragmatismo, el emocionalismo, las visiones de hombres, las estrategias humanas, las fábulas, el misticismo, cosas de las que ya hemos sido advertidos en 2 Timoteo 4:3-4. 

¿Por qué emprender esta tarea? Porque lo que hoy se escucha en las iglesias es de miedo, una perversión de la Palabra de Dios: ungir con leche (rito de prosperidad), ungir billeteras con harina, chicles ungidos para sanar, cavar un hueco para enterrar la miseria y predicar allí, afirmar que el hombre es Jehová Júnior, disfrazarse para predicar, transferir la unción con los pies… 

Valga recordar: las grandes confesiones de fe reformadas, como la de Westminster y la bautista de Londres, no pretenden obligar a los hombres a creer en algo que no estén ya obligados a creer por la autoridad de las Escrituras. También es de resaltar que una iglesia confesional –en estos tiempos en que el cristianismo ha adoptado el pensamiento del mundo de que todo es relativo, aun lo doctrinal– es una bendición.

Veamos algo de vital importancia:

Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos. 4 Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo. 
Judas 1:3-4

La confesión de fe es un instrumento muy valioso para esa defensa. La iglesia es columna y baluarte de la verdad. Y en esa labor que tenemos, iglesia, todo instrumento para este propósito es bienvenido. 

“No debería permitirse que se oxiden las armas que son ofensivas para nuestros enemigos”. 

Gabriel Prieto Sánchez 
Pastor 
Decisión Jesús Iglesia Bautista Reformada 

Bibliografía: 
(La legitimidad y uso de las confesiones de fe - Robert Paul Martin) 
Exposición de la Confesión Bautista de Fe de 1689 – Samuel E. Waldron

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