sábado, 12 de febrero de 2022

La Eterna Intemporalidad de Dios y La Epistemología Divina

Eternidad de Dios


Todo cristiano está de acuerdo en que Dios es eterno; pero muy poco, o casi ninguno, tiene presente qué significa esa eternidad de Dios. Al hablar con creyentes, todos apuntaran a que la eternidad divina significa que Dios no tiene principio ni final, pero esto es como dijera Thomas Morris “La existencia de Dios es temporalmente infinita en duración, ilimitada en el pasado y en el futuro … Dios existe en el tiempo”.

Es inobjetable que Dios se relaciona con su creación dentro de orden histórico-temporal, pero esto, y la limitación de nuestras mentes, jamás pueden conducirnos a pensar que Dios es como nosotros. El Ser humano es una máquina de hacer ídolos, y estos ídolos nacen al querer hacer que Dios se parezca a lo que nosotros deseamos. El filósofo Herman Dooyeweerd diría que nacen divinizar un aspecto modal del orden temporal que particularmente nos afecta.


El ser humano es una criatura más entre toda la creación, digo esto para enfatizar que no es la única criatura, pues no niego que el hombre es lo que llaman “la corona de la creación”; sin embargo, como criatura, está regido por unos ordenes que marcan unas leyes: un orden material, un orden espacial y un orden temporal. Dentro de estos ordenes (o leyes) se manifiestan algunos aspectos modales, entre los cuales está el aspecto lógico, propio únicamente del ser humano como la única criatura de entre toda la creación con una propiedad de razonamiento real, y todo cuestionamiento del ser humano nace cuando confronta sus conocimientos teóricos con sus experiencias. Así, pues, es lógico que se llegue a pensar que Dios es “temporalmente infinito en duración”, debido a que confrontamos nuestro conocimiento teórico de la eternidad de Dios (sin principio ni fin), con nuestra experiencia temporal.


El filósofo Herman Dooyeweer indica que los problemas teológicos nacen al confrontar el aspecto lógico con el aspecto experiencial, creando así un problema que entramos a razonar y teorizar. En ese mismo orden, iniciamos con que Dios no tiene fin ni comienzos de años, pero nuestra experiencia está toda enmarcada en un plano temporal, por lo cual, nuestro teorizar siempre se embarcará en ese sentido. Sumado a esto, Dios se ha comunicado con el hombre, de manera analógica y en un plano temporal, por lo cual es fácil pensar que el tiempo es también el orden donde se enmarca la Deidad. Sin embargo, Dios no tiene nuestras propias experiencias. Identificar a Dios con la criatura en todo sentido y al mismo tiempo verlo como “más allá” es propio de los adherentes a la Teología del Proceso, y no del cristianismo ortodoxo. El lenguaje analógico con el que Dios se comunica con el hombre también incluye todos esos aspectos temporales en que Dios se manifiesta; es decir, aunque experimentamos y sostenemos una relación con Dios en el orden temporal, este orden no afecta a Dios mismo.


Dios ciertamente se relaciona con el hombre en formas que el entienda, no solo con los antropomorfismos sino también haciendo uso del orden temporal, pero Dios trasciende toda la creación, ergo, está por encima de todo orden creacional; así, pues, Dios no está regido por ningún orden material (Dios es espíritu), ni por ningún orden espacial (Dios es Omnipresente) ni por ningún orden temporal (Dios es eterno)


¿Qué tiene que ver esto con la presciencia divina? Bien, 1 Pedro 1:2 nos habla de que los santos son elegidos por Dios “Según su presciencia”, y la llamada “cadena de oro” en Romanos capítulo 8 inicia con “los que antes conoció”. Esto nos apunta a las siguientes preguntas que están relacionadas: ¿Cómo nace el conocimiento divino? ¿Cómo Dios conoce las cosas futuras (Presciencia)? ¿Qué significa “conocer” en Dios?


La epistemología es la rama de la filosofía que se encarga, entre otros, de estudiar el principio o fundamento del conocimiento. Se aplica generalmente, por no decir que siempre, al género humano. Sin embargo, ahora nos compete el saber “cómo conoce Dios”. Dentro del aspecto que he denominado “epistemología divina” solo se puede dar respuesta de dos maneras: una enmarcada dentro del aspecto temporal (ya sea de manera explícita o implícita) y otra de aspecto atemporal.


El arminianismo basa su concepto epistemológico divino dentro de un marco de temporalidad a la manera de Morris, pues aunque niegan explícitamente que Dios tuviese un presente donde “mirase a futuro” para conocer las cosas, siempre sus diferentes conceptos de la presciencia divina están ligadas a un cierto tipo de aspecto modal histórico que se enmarca en un orden temporal; así, pues, dicen ellos que, aunque Dios es soberano, su decreto de elección está condicionado por la respuesta del hombre al llamado del Evangelio. El arminianismo, pues, se constituye en una especie de “teología del proceso” mezclada con “teísmo abierto” donde Dios tiene el poder de decretar lo que desee, pero se limita a la elección del hombre y su decreto se fundamente en su conocimiento a priori de quienes van a aceptar su llamado.


Ante las preguntas dadas, un sistema epistemológico divino temporal, respondería que el “conocer” significa “investigar, descubrir, o algo similar enmarcado en el orden temporal ya sea de forma explícita o implícita. Su presciencia también estaría ligada a un aspecto temporal, y el conocimiento divino dependería del anterior.


Por otro lado, un sistema epistemológico atemporal niega rotundamente lo anterior, pues inicia respondiendo que el nacimiento del conocimiento divino es en Dios mismo, es decir, no que Dios haya nacido en algún punto, esto sería atribuirle orden temporal, sino que Dios es sus atributos es omnisciencia, la fuente de toda verdad y conocimiento, Él es conocimiento. Esto implica que “conocer” en Él no se trata de ninguna acción de aprendizaje con “sabor” a tiempo, sino que Él conoce todo porque de Él depende y es sustentado todo, incluyendo la materia, el tiempo y el espacio. Así, pues, su presciencia se basa también en Él mismo, lo cual nos indica que el “conocer” y su presciencia dependen de su decreto divino, pues, es Dios mismo el principio de todo saber y de toda posibilidad de conocer.


Alguien podría objetar aduciendo a temporalidad en el sentido de que antes de decretar Dios, entonces, no sabía nada. El problema es que el conocimiento de Dios no depende de su decreto. Aquí hago una diferencia entre “conocimiento” y “conocer”, dando al primero el principio de fuente del conocer y este último es el resultado del anterior: Dios conoce porque Él es conocimiento; conoce las cosas futuras y pasadas porque Él las decretó, pero su decreto depende de su ser, su voluntad; por tanto, está por fuera de todo orden temporal, pues Dios es eterno e inmenso.


Termino señalando que todo esto es algo que nuestra mente finita, material, espacial y temporal, nunca podrá entender a plenitud; esto es así precisamente porque le es imposible a nuestra mente concebir un plano no enmarcado dentro de las ordenes primarias de la creación. Sin embargo, esto no es motivo para no aceptar la verdad de la eternidad en el sentido de un Dios que no está regido por leyes fuera de sí mismo, pues enmarcar a Dios dentro el orden temporal es limitar a la divinidad y dar una potestad superior a una suerte de fuerza impersonal.


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